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#DoceDiasDeNavidad

Durante todo el año, Emy se dedica a hacer bromas a todos sus compañeros. No es que su talento para buscar algo que hacer para meter en aprietos a los demás se haya terminado, es solo que quiere algo de ideas nuevas y refrescantes para el mes en cuestión. La única persona que se le ocurre ir a consultar en este momento es al Señor.

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Tradiciones navideñas

Como ya es tradición, iniciemos el texto así: era la mañana del 24 de diciembre, ni un alma se movía en la sala de estar del cuartel, lugar donde se había acordado que harían su reunión navideña. Era amplio, con grandes ventanales que podrían abrir (sin morir congelados gracias a la onda de calor que decidió visitarlos en las fiestas festivas) y se podrían acompañar sin riesgos mayores. Solo una pequeña niña de calcetines disparejos se encontraba tumbada sobre el tapete, coloreando un libro de unir puntos que Óliver y Emy le había regalado hacía unos días.

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Posada Virtual – Los tres dominios

Aguafiestas. Todos son unos malditos aguafiestas. Le pregunté primero a los demonios que si querían venir a la posada virtual, y me dijeron que no, además de insultarme e intimidarme (o bueno, tratar de intimidarme).  Le pregunté a los ángeles y divinidades pero me dijeron que “estaban ocupados”. Sí, claro, ocupados haciendo su propia posada sin estúpidos humanos, ¿verdad? Ni siquiera Malak, mi propio ángel guardián, aceptó la invitación. Ízaro estaba fuera de la ciudad, ya que fue a visitar a su familia, y debido a la pandemia no pude ir con ella. Tampoco es que me ilusionara mucho visitar a su familia para ser honesto, o visitar a la familia de cualquiera. 

De repente, alguien tocó el timbre de mi departamento. Demonios, estaba en calzones. Esto sí que era un problema. ¿Abría la puerta en calzones? ¿Me ponía pantalones? ¿No abría? ¿Qué hago? ¡Ayuda! El timbre se volvió a escuchar. Decidí ponerme unos pantalones rápidamente y abrí la puerta. 

—Hola, vecino. 

Wow. No me esperaba ver al señor Nicolás aquí. 

—Buenas noches, señor. ¿Se le ofrece algo?

Sin siquiera contestar, entró a mi departamento. Bastante cortés. 

—¿Habrá posada o qué?

—Sí, pero… 

—¿Pero qué?

Quería correrlo, ya que no es alguien con quien conviva mucho, pero recordé que no tiene con quién pasar la Navidad. Su difunta esposa está pues… muerta, y está peleado con sus hijos. Así que, como siempre, decidí ser noble y misericordioso. 

—Pero aún no empieza. Todavía faltan unos cuarenta minutos. 

—¿Qué es esto? -dijo el señor Nicolás al agarrar unos papeles que había en la mesa. 

—Ah, es una de las obras que estoy escribiendo. 

El señor Nicolás comenzó a leerla, y en cinco minutos había terminado sin siquiera haber hecho la más mínima expresión facial. Lentamente dejó los papeles en el mismo lugar donde los había dejado. 

—Señor, ¿qué le pareció?

—Esto es una basura. 

—Ah. Muchas gracias. 

—Pero es divertido. 

A mí qué me importa que sea divertida. ¡Dijo que mi guion era una basura, y nunca lo perdonaré por eso! ¿En serio tenía que pasar la Navidad con este viejo amargado? Bueno, ya qué. Da igual. Todo trae nuevas experiencias. Sean buenas o malas, siempre se aprenden cosas nuevas. ¡Ja! Es broma. 

—Señor Nicolás, por favor retírese de mi apartamento. 

—Pero la posada empieza en… 

—Pues únase a la posada, ¡pero que no sea conmigo! ¿Entiende? Retírese, por favor. 

Y así, el señor Nicolás se fue de mi apartamento y me quedé solo. Honestamente, prefiero mil veces pasar la Navidad solo que pasarla con un viejo gruñón. Bueno, también quería aprovechar que la posada era virtual para estar en calzones, no te voy a mentir.

Encendí la computadora y me puse a escribir para hacer tiempo mientras los demás estaban listos. 

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Posada virtual – Polaris

—¡Emy, vuelve acá!

—¡Los seres mágicos no nos contagiamos!

—Eso no lo sabes —dijo Andrea.

—Tú tampoco —murmuró el hada—. Debimos habernos ido a Polaris en cuanto comenzó todo esto.

—Tú fuiste la que dijiste que no era para tanto, aparte estamos haciendo nuestro proyecto secreto.

—No es un proyecto secreto. Todos saben que estamos haciendo Polaris 2. De hecho, tengo miedo de que nos vengan a linchar, estamos trabajando en este mugrero desde el 2013.

— No es un mugrero, es un proceso.

— Pues a ver si se procesa más rápido —dijo el hada moviéndose hacia la ventana.

—¡Que no puedes salir! Y sin cubreboquitas, menos.

—Pero extraño ver a los demás y hacer mis travesuras. ¿Qué harán los demás sin mi encantador humor?

—Descansar.

Emy voló hasta acercarse a la cara de Andrea e hizo un puchero justo frente a sus ojos.

— No te me pongas dramática. Yo también quiero salir de aquí. Ya ves que se hizo todo un plan en los cuarteles para coordinar el acceso a las áreas comunes. Has visto a Mia, a Kisha, a Kyra. Le hiciste una bromita a Nicolai… así que no exageres.

—Pero Navidad no será lo mismo si no estamos todos.

—Sí vamos a estar todos, nos vamos a ver por videollamada.

—¡No es lo mismo!

—Pues no, pero es lo que hay. Tómalo o déjalo.

—Lo tomaré, pero estoy molesta.

—No estás molesta, estás frustrada.

—¡¿Cuándo empezaste a corregirme?!

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Posada virtual – Lani

Lani colocó la estrella al pino, bajó de la escalera y observó la estancia con un suspiro satisfecho. Los adornos de madera daban un aire cálido, las fundas navideñas que Gema había confeccionado estaban acomodadas y el olor a pan recién horneado inundaba la casa. Todo era perfecto.

—¡Por Dios, te ves horrible! ¿Piensas aparecerte así?

—Tú debes verte peor después de cocinar tan… —Lani quedó boquiabierta al ver que Gema llevaba puesto un elegante vestido azul y maquillaje—. ¿Cómo lo haces? ¡Acabas de dejar la cocina!

—Tengo poderes mágicos. —Le guiñó el ojo—. Ahora seré tu hada madrina. Ya te saqué un vestido. ¡Corre, a ducharte!

Lani hizo un mohín. El agua le saldría helada por diez minutos, y había entrado en calor tras haber decorado todo.

—¡Anda! No queremos que los chicos te vean así.

—Así me ven todos los días. 

—¡Exacto! Hoy es especial.

—Bien, bien, ya voy.

Al tiempo que la puerta de la habitación de Lani se cerraba, Maquech entró a la casa con cajas y bolsas de regalo.

—Y-ya era hora. Me-me estaba congelando.

Ambos se apresuraron a colocar todo bajo el pino.

—Le va a encantar cuando lo vea.

—Espero que haya algo para mí también. —Maquech se frotó los brazos hasta que sintió que entraba en calor.

—Deja de quejarte. Y sí, también hay algo. Un par de algos, de hecho. ¿No los viste al envolverlos?

—Me dejaste muy claro que habías puesto tus regalos en cajas viejas. A menos que a todos nos hayas regalado cajas sorpresa de maquillaje y zapatos, no puedo tener ni idea de lo que son.

—Tienes razón.

Cuando terminaron, Gema sacó un pañuelo bordado y se lo pasó por el cuello con cuidado.

—¿Trajiste el amplificador?

—Por supuesto. Lo dejé en…

—¿En?

—Ah…

—No me digas que lo envolviste.

—…

—¡Maquech!

—¡Dijiste que no te dijera!

—Oh, por… Las tiendas ya deben estar cerradas, no hay forma de conseguir otro.

—Nuestro internet no está tan mal.

—¡Vamos a conectarnos con otros siete grupos! ¡Claro que va a haber problemas!

—Tranquila, solo tenemos que buscar una caja del tamaño del amplificador.

—Sabes que la mitad de los regalos son así, ¿verdad?

Maquech abrió la boca, pero ya no se le ocurrió qué decir. Bajó la cabeza, derrotado.

—¿Qué es todo esto?

Ambos se dieron la vuelta.

—Te ves hermosa —se le escapó al chico.

Lani se sonrojó. Tenía puesto un vestido verde oscuro. No se había maquillado todavía y su cabello seguía húmedo y sin cepillar, pero su sonrisa iluminaba su rostro.

—¿Son solo decoración o…?

—Claro que no. —Gema le dio un codazo a Maquech para que se espabilara—. Son algunos detalles que conseguí para Navidad. ¿Quieres abrirlos antes de la cena? Hay uno con una sorpresa especial en algún lado.

—No, esperaré a Navidad, como es tradición.

Gema y Maquech se miraron unos segundos.

—¿Segura?

—Claro que segura. ¿No vas a cambiarte, Maquech?

—Ah… sí. 

—¡Que sea la camisa roja! —Gema le dio un empujoncito por la espalda—. Te quiero navideño.

—Pero ¿no quieres que te ayude con algo antes?

—No, ve. Ya… ya arreglaré mi problema.

—¡Antes de que lo olvide! —Lani tomó un bolso que había dejado en una de las sillas del comedor—. Compré un amplificador de internet. Tenemos buena señal, pero considerando que habrá muchos conectados, me pareció una buena idea. —Notó las expresiones aliviadas de sus amigos—. ¿Qué? ¿Qué sucede?

—Nada. Me alegra que se te haya ocurrido —Gema dio a Maquech otro empujoncito—. ¡Anda, arréglate! Recuerda: camisa roja, zapatos boleados.

—Ya voy, ya voy. —Tomó el amplificador de las manos de Lani—. Gracias, salvaste la noche.

—No exageres. Gema tiene más crédito por cocinar.

—Sí, y no comerán nada de lo que hice hasta que no estemos todos listos. ¡Maquech, sube de una vez! Y Lani, conecta esa cosa. ¡Quiero que todos estemos sentados para la reunión en media hora!

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Posada virtual – Esclavitud

Katherine se estiró, haciendo tronar los huesos de sus hombros. Le había costado, pero por fin había terminado su proyecto. Esto de trabajar desde casa no era lo suyo, estaba segura de que comenzaba a presentar síntomas de claustrofobia. Llevaban ya nueve meses en casa, saliendo solo a lo mínimo indispensable. Al inicio les había parecido genial, ¿quién no disfruta de vacacionar en casa y no preocuparse del tráfico? Pero pronto comenzó a extrañar a todos en el cuartel. A veces deseaba que los efectos de los grilletes del libro en el que había participado fueran reales, de ese modo no tendría que preocuparse por enfermar.

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Posada Virtual – Sombras

Tenían reuniones virtuales cada quince días para organizar la logística del cuartel. En la primera de ellas habían decidido que Emy debería estar en cuarentena lo más lejos posible de todos. Andrea sugirió otra idea distinta en la que al final se quedó con el hada. Todos estuvieron de acuerdo. 

Nikolai no era muy fan de esas reuniones, pero como la idea era lo de permanecer en la cuarentena con los compañeros del libro, por si tenían que trabajar juntos, le había parecido maravilloso quedarse cerca de Kira. Sin embargo, en esta sección tenían una niña y estaban siguiendo cuidados muy estrictos para cuidar a Sonia. A pesar de lo irritante que le parecían las llamadas, le habían entregado una joya para trabajarla.

Como siempre, los temas de la junta se desviaban cotidianamente a cosas que no tenían nada que ver y una de ellas fue el correo tradicional.  Todo surgió con la simple frase que dijo Kyra al finalizar el tema: “… es muy lindo pero, ¿quién queda en el mundo que escriba así?” En ese instante pensó que él era esa persona que quedaba en el mundo.

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